Toma de decisiones y neurociencias
Cómo seres humanos contamos con 3 cerebros:
1) El cerebro reptiliano, es la parte más antigua dado que tiene unos quinientos millones de años y regula principalmente todo lo que tiene que ver con nuestros controles centrales: respiración, sueño, despertar, ritmo cardíaco, etcétera.
2) El cerebro límbico tiene unos doscientos millones de años y se responsabiliza de todo lo que tiene que ver con nuestra supervivencia animal más que con nuestro potencial humano: correr o pelear en ciertas circunstancias extremas, alimentarse, reproducirse. Aquí se encuentra una parte central de nuestras emociones: la amígdala —que nada tiene que ver con las de la garganta—, que nos permite sentir enojo, miedo y placer. Es responsable de la creación de las emociones y de los recuerdos que ellas generan. Además, en este cerebro están el hipocampo, que convierte la memoria de corto plazo en largo plazo, y el tálamo, que funciona como una torre de control de los sentidos.
Estos dos cerebros son los más antiguos y regulan nuestro comportamiento como personas. Por encima de estos dos cerebros, está el córtex, que apareció unos cien mil años atrás; y está altamente especializado en la visión, el habla, la memoria y todas las funciones ejecutivas. También está dividido en dos hemisferios, derecho e izquierdo, conectados por el cuerpo calloso. A medida que evolucionamos, el hemisferio izquierdo se enfocó en el procesamiento lingüístico y secuencial, mientras que el hemisferio derecho, en el procesamiento holístico y visual. De todos modos, las dos mitades del cerebro trabajan juntas.
Durante muchos años se creyó que somos “seres racionales (córtex) con sentimientos (límbico)”. Hoy, el avance científico demuestra que el promotor central del cerebro son nuestras emociones. Es decir que somos seres emocionales que aprendimos a pensar, y no máquinas pensantes que sentimos.
Esto tiene lógica si comparamos el desarrollo del sistema límbico que lleva más de doscientos millones de años; con el córtex, de apenas cien mil años.
Siendo entonces que la emoción tiene más dominio en la toma de decisiones que nuestra propia razón, es que muchísimas de las decisiones que tomamos en la vida son no conscientes. La mayoría de ellas está dominada por una serie de emociones; algunas liberadas de nuestra memoria, y otras por influencias de experiencias pasadas, nuestra cultura, nuestras relaciones y nuestro contexto que generan emociones nuevas…
Muchas veces nuestro consciente racional justifica ciertas decisiones, que ya habíamos tomado previamente a ser conscientes de ellas.
Al igual que la revolución industrial modificó la manera en que el ser humano tenía de hacer las cosas, en la actualidad, la revolución digital está modificando la manera de ser y de tomar decisiones de las personas.
Cuándo debemos tomar decisiones para nuestras vidas, que consideramos cruciales y decisivas como ser un cambio laboral, un cambio de residencia, o de vínculos será imprescindible tener en cuenta este factor emocional. En reiteradas ocasiones, la emoción nos lleva a pasar a la acción y luego la razón sacará sus conclusiones.
Sin embargo actuar emocional o impulsivamente, podría traernos consecuencias en el corto o largo plazo, sobre todo si no advertimos o ponderamos los resultados no esperados…
Un ejemplo de ello, podría ser dar nuestro salto a la independencia, sin previsión alguna, basados en el miedo, la ilusión, la frustración, etc.
El viejo consejo «consultarlo con la almohada» que decían nuestras abuelas, invita a la reflexión para poder identificar qué nos pasa con aquellas situaciones por la cuales debemos elegir. Introducir esta pausa temporal a la emoción extrema, permite tener claridad para comprender y entender qué sentimos y qué pensamos, para luego actuar y decidir con conciencia.
Tomar decisiones con inteligencia emocional, nos invita a conocernos, con nuestras luces y sombras… el autoconocimiento, es el primer paso para ello…
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